2 de enero de 2014

PANAMÁ NO ES ESPAÑA







Sacyr se presentó a un concurso para la adjudicación de las obras de la ampliación del Canal de Panamá y resultó la empresa adjudicataria con una oferta de 3.120 millones de dólares en detrimento de la norteamericana Bechtel y la japonesa Mitsubishi, cuyas ofertas superaban en más de mil doscientos millones esta cifra, aproximadamente un 40% más. Aparte de por el menor importe de su oferta, las autoridades panameñas se decidieron por Sacyr también por haber obtenido la puntuación más alta en su oferta técnica.

Mejor oferta técnica y mejor precio prácticamente garantizan la adjudicación de cualquier concurso público a no ser que la baja sea considerada temeraria, es decir que dicha reducción del costo supere los valores mínimos de mercado o sea extremadamente desproporcionada en comparación con el resto de las ofertas presentadas. En este punto sería conveniente conocer las bases del concurso en lo que atañe a esta posibilidad y su valoración.

El caso es que el contrato lo firmo Sacyr en el año 2009 y desde entonces ya ha intentado, sin éxito, que el importe del mismo se aumentase en base a la existencia de unos sobrecostos no previsibles, situación que Sacyr ocultó a la CNMV para evitar una caída en bolsa de sus títulos y no entorpecer la colocación de posibles ampliaciones de capital, maniobra que completó con la incorporación a sus balances de la cantidades reclamadas a Panamá fuera de contrato. Ahora, en lugar de solicitar, exige una ampliación de 1.160 millones de dolares para acabar las obras y plantea su salida del proyecto si sus exigencias no son concedidas. Panamá se niega y exhibe el contrato firmado, un contrato que obliga a Sacyr a terminar las obras por el precio de la adjudicación inicial y en el que los posibles imprevistos han de ser por ella asumidos, además de cumplir estrictamente con la oferta técnica presentada que en su día fue tenida en cuenta, además del precio, para la adjudicación de las obras.

La posición de Sacyr es la acostumbrada, lo normal. Por lo menos en España, es normal y aceptado que una obra pública siempre resulte mucho más costosa que lo representado por el importe de la adjudicación. Modificados, ampliaciones, etc...sirven para que las empresas adjudicatarias obtengan unos beneficios que no se darían si se cumpliese el contrato firmado en todos sus términos: precio, cantidad y calidad. Así, las empresas españolas acuden a las licitaciones con ofertas económicas bajas en precio al objeto de ser elegidas, sabiendo que a tiro pasado y por el capitulo equis, la facturación aumentará hasta donde sea necesario o hasta donde esté dispuesto a tragar el funcionario o funcionarios de turno, unos funcionarios que en estos volúmenes de obra suelen ser altos cargos de la administración, cuando no presidentes autonómicos, titulares de consejerías, alcaldes o cargos similares.

A partir de aquí me olvido de Sacyr, de Panamá y de su canal, no sin previamente alegrarme de que Sacyr no se haya salido con la suya, de momento, y de que sus acciones estén bajando de forma alarmante. Si el aumento de costos es real y no esperado será como consecuencia de que la oferta no se estudió adecuadamente o tal vez sabiendo que se produciría no se tuvieron en cuenta a la hora de efectuar la oferta económica, esperando que una vez que la obra estuviese avanzada se aceptasen los sobrecostos, un mal "menor" si lo comparamos con la paralización de las obras y la contratación de otra empresa para que las acabe. En España se hace así. Al menos en esta ocasión no lo pagaremos entre todos.

Lo que está planteado ahora en Panamá se viene produciendo en España desde el inicio de los tiempos. Casi con toda seguridad, si tuviésemos acceso a la documentación de las obras de construcción del Teatro Romano de Cartagena, siglo I, nos encontraríamos con que el presupuesto inicial se sobrepasó con creces y que el cónsul de turno se construyó un hermoso palacio durante el transcurso de las obras.

Volviendo al presente y durante las posguerra española fueron numerosas las empresas constructoras que se enriquecieron a costa de las obras del estado. Muerto el dictador hemos seguido y seguimos igual. Las "tecnologías" de la corrupción basan hoy su existencia en dos ejes fundamentales: El Dedo y el Modificado. Lo del dedo disculpa a los técnicos, a los autores del proyecto, lo del modificado los sitúa profesionalmente a la altura del betún o en la cima de la corrupción, en cualquier caso situaciones inaceptables para los ciudadanos.

Estas situaciones, estas corrupciones, no solo se producen en contrataciones importantes, afectan a prácticamente todas y cada una de las obras, servicios y suministros que contrata la administración independientemente de su importe, bien a causa de un sobrecosto y su correspondiente modificado, bien mediante la realización de las obras con materiales de baja calidad diferentes a los proyectados, bien dejando de efectuar partidas que también se cobran, bien a una disminución en las prestaciones del servicio que se contrata, etc... Para que este sucio juego sea posible hacen falta dos sujetos, contratista y administración. Ambos comenten un delito contra el erario público, la administración además vulnera ampliamente la Ley de Contratos del Sector Público. Por supuesto luego los presupuestos generales no cuadran y es necesario emitir deuda pública adicional o recortar derechos sociales. El estado se empobrece pero el funcionario y el contratista se enriquecen.

Nadie se pregunta como es posible que un presupuesto, elaborado por concienzudos técnicos de la administración o por afamados estudios de ingeniería o arquitectura, pueda contener de forma habitual desfases económicos a la baja de orden de un 10, 20, 30% o más. Suponiendo, en un alarde de fantasía, que lo contratado finalmente se ajuste al precio adjudicado y se de el visto bueno a lo ejecutado, debería existir cada año una importante partida económica presupuestada y no gastada...¿Que se hace con ese sobrante? ¿Acaso existe algún ministerio o consejería de los gobiernos centrales y autonómicos que al final del ejercicio presente superávit entre lo presupuestado y lo gastado en todo el año?. La realidad es que esos remanentes en caso de existir se gastan a cargo de otros capítulos presupuestarios. ¿Es normal que a los proveedores se les indique que, para el cobro de un determinado trabajo o suministro, modifiquen el concepto de su factura para que pueda adecuarse al capitulo de gasto que presente saldo disponible?

¿Esta forma de proceder es la que se ha seguido para la adjudicación de la gestión de hospitales públicos a empresas privadas? ¿Valorar una oferta técnica y un precio bajo? La oferta técnica se incumplirá sin que nadie haga nada y el precio será objeto de un modificado o lo que es peor la atención hospitalaria no será la adecuada. Tengamos en cuenta que estas empresas además de cubrir los costos, que es lo que hace actualmente el Estado, deben obtener beneficios, por tanto parece imposible que se ofrezcan a hacerlo por menos dinero de lo que actualmente está costando, pero lo hacen. La concesión de varios hospitales de la Comunidad de Madrid está en manos de los tribunales de justicia, por algo será.  Pensar que porque sea el sector sanitario el afectado las cosas van a ser diferentes a lo que sucede con el resto de contratos públicos, es pura inocencia. Bien lo saben los profesionales del sector.

Nuestra sorpresa, si es que aún nos queda margen para ella, sería indescriptible si se hiciera publica la cifra que el Estado y Comunidades Autónomas han abonado, por ejemplo en los últimos diez años, en concepto de modificados económicos a contratos públicos. La cifra la tienen, los modificados también deben aprobarse. Las infinidad de ejecuciones de obra aceptadas en conformidad que finalmente presentan problemas graves, también es una información de la que disponen, deberiamos conocerlas junto con el importe de las reparaciones. Como caso reciente ahí tenemos el Palacio de las Artes de Valencia, una obra suntuosa e inútil que se construyó hace ocho años y que ya se está desmoronando. Dicen los técnicos que la culpa es del viento. Para llorar.

Todo esto me recuerda una parabólica historia, un historia que curiosamente me contó un constructor:

Dos antiguos compañeros de estudios, al final uno pobre y el otro inmensamente rico se encuentran casualmente y el rico invita al otro a cenar en su lujosa mansión. Una vez allí el rico le muestra al pobre sus posesiones, caballos, coches de lujo, obras de arte.... El pobre admirado le pregunta al rico:

- Que barbaridad. ¿Como has hecho esta fortuna?

El rico invita al pobre a que le acompañe al mirador elevado de su mansión, en plena campiña, y extendiendo el brazo hacia el horizonte le pregunta al pobre:

- ¿Ves esa autopista y esos puentes que se extienden a lo ancho del horizonte?

-No. no veo nada más que campo. Contesta el pobre.

A continuación el rico le pasa la mano por el hombro al pobre y dándole unos golpecitos le dice:

- Tienes razón no existen....pero todos los ha construido mi empresa.


Benito Sacaluga



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