2 de febrero de 2015

EL FIN DE LA TROIKA






David Rockefeller
Todos sabemos que la "Troika" es un invento al servicio de los poderes financieros. Su composición, Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional, pone en evidencia la poca utilidad de la misma si hablamos de la defensa de los intereses comunes de los países miembros de la UE. Es la Comisión Europea la encargada de que los socios europeos cumplan las leyes europeas, sus obligaciones y sus compromisos y la que finalmente toma las decisiones, con ella debería bastar. Sin embargo se cuelan en el "equipo" dos actores exclusivamente financieros. 

Por un lado el BCE, un "banco" en el que el 70% de su capital está en manos de los bancos centrales de los países de la zona euro y el  30% restante en las de los países europeos no pertenecientes a la zona euro, como por ejemplo el Reino Unido. Un banco en el que participan 28 países siendo Alemania la que ostenta la mayor participación (18%), seguida de Francia (14%), Reino Unido (14%) e Italia (12%), la participación española no llega al 9% y el país que menos participaciones ostenta es Malta con un 0.06%. A pesar de que sobre el papel el BCE disfruta de independencia política y financiera, es fácil suponer que en la práctica son sus mayores accionistas los que participan e influyen en las decisiones de calado.


Por otro lado tenemos el Fondo Monetario Internacional, una institución que opera desde 1945, recién terminada la II Guerra Mundial y de la que fueron los países aliados sus fundadores. En la práctica sus funciones pueden resumirse en solventar las restricciones cambiarías mediante la concesión de préstamos. Unos préstamos que se limitan al 25% del total de la cuota aportada por el país solicitante, un porcentaje que puede ser aumentado si se presenta un Plan de Estabilización de la balanza de pagos y este Plan es aprobado por el Fondo, aunque en la realidad sea el FMI quien diseña e impone el Plan. Unos préstamos cuyo plazo de amortización normalmente no es superior a los cinco años, aunque en condiciones excepcionales puede llegar a los 15.

Las políticas que defiende el FMI pasan por ser en parte las causantes de la regresión social, especialmente para países en vías de desarrollo o en situaciones de crisis como las actuales. Entre sus directrices más criticadas encontramos las siguientes:


  • Saneamiento del presupuesto público a expensas del gasto social.
  • Eliminación de subsidios, tanto en la actividad productiva como en los servicios sociales.
  • Implementación de una estructura de libre mercado en prácticamente todos los sectores de bienes y servicios, sin intervención del Estado.
  • Políticas de flexibilidad laboral, entendido como la liberalización del mercado de trabajo.


Ante estas políticas del FMI encaminadas a la degradación del sistema de bienestar a cambio de garantizar el pago de los préstamos que concede (no olvidemos la modificación del artículo 135 de la Constitución llevada a cabo por PP y PSOE), no deja de sorprender la falta total de previsión del FMI ante la quiebra del sistema hipotecario en USA, principal causa de la crisis económica, o el peligro que comportaba el crecimiento desorbitado del sistema bancario finlandés, un sistema al que el FMI calificó en 2007 como envidiable y que finalmente quebró, sin olvidar tampoco el apoyo incondicional del Fondo a Gadafi y sus políticas, unas políticas que desembocaron en la guerra de Libia tres años más tarde.

Un FMI que, a pesar de su extremo comportamiento neoliberal, nada es comparado con la Comisión Trilateral aunque sus objetivos finales sean prácticamente los mismos. La Comisión Trilateral, es una organización privada fundada por iniciativa de David Rockefeller, sobre el papel destinada a defender los intereses económicos de USA, Europa y Japón. Una organización que representa la concentración más grande de riqueza y de poder económico que se haya podido reunir nunca en la historia, una especie de gobierno mundial en la sombra, en cierto modo vinculada al Club Bilderberg, existente desde 1954. Según manifestó Rockefeller en relación con los objetivos de la Comisión: 

“De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales“
o lo que es lo mismo tecnocracia y poder absoluto de la oligarquía económica.

Una Comisión que intervino decisivamente en el futuro político de España. Según recoge Patricia Sverlo en su libro “Un rey golpe a golpe”:
"... la “Trilateral” se reúne en 1974 con el tema de España encima de la mesa. Las conclusiones de la reunión son recogidas en un informe, que coincide inequívocamente con los diversos pasos que se fueron siguiendo en España en los últimos años de la dictadura y los primeros de la Transición. Entre las medidas que se proponían estaba, por ejemplo, la de suprimir las leyes que prohibían la financiación de los partidos políticos por parte de las grandes empresas. Por lo general se trataba de no dejar el funcionamiento democrático al azar, y establecer una especie de Pacto Atlántico en el terreno ideológico, que contuviera la excesiva voluntad de cambio de los países. Los partidos tenían que depender de los “inversores capitalistas” y transformarse en una especie de empresa, con una plantilla de producción política según  ”el mercado”. La financiación ilegal y la corrupción forman parte de esta mecánica."

La afición del poder mundial a los triunviratos sigue hasta nuestros días. Hoy la denominada Troika es la encargada de decidir en que aplican sus presupuestos los países europeos rescatados (España está controlada por la Troika sencillamente por que fue rescatada por mucho que el PP se empeñe en negarlo) y, como no podía ser de otra manera, en sus directrices priman los intereses de los poderes financieros, que en definitiva son quienes controlan a la Troika, a la UE y al mundo entero. 

Un triunvirato oficioso al que Syriza le ha negado representatividad y oficialidad, actitud que puede representar el final de este engendro fiscalizador destinado a defender intereses ajenos a los de los ciudadanos de la UE. Parece ser que los días de la nefasta Troika, tal como la conocemos, están contados, si así sucede se lo deberemos a los griegos.

España sigue pagando sin rechistar 100 millones de euros diarios solo por los intereses de su deuda. Solo paga los intereses, amortizar parte de la deuda es imposible, es más cada día la deuda española va en aumento a pesar del desmoronamiento del estado de bienestar impuesto por la Troika, esto es tan cierto como que nunca veremos a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez hacer valer la posición de España (de los españoles) en la UE y mucho menos desautorizar a la Troika, tal y como acaba de hacer y con razón Alexis Tsipras.

Benito Sacaluga


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